Wednesday, January 06, 2010

Muere Un Creador

Del Rocanrol a la Balada

Sandro, para mi generación, fue siempre un cantante romántico. Vale decir, interprete de un género que interpeló por varias décadas a generaciones algo mayores que la ochentera, cuando nosotros teníamos ya 20 y por los quince empezábamos a escuchar Nueva Dimensión (programa de la Radio Universidad de Concepción) a fines de los setenta, allá en el BioBio.

En Nueva Dimensión (conducido por Raurich) aparecía rock inglés, norteamericano, latino, y de cuando en vez, Milanés, Rodríguez, Campos, Moraga. Estos últimos, no lloraban con contenidos a lo Sandro, románticos, donde se entretejían historias de amores malditos, despechos y jamases. Para que decir de Led Zepelín, Genesis o Yes. Sandro no aparecía en la discografía de los adolescente y luego jóvenes de los ochenta. Sí aparecía en los programas de la televisión de "mal gusto", pero que entretenían después del noticiero a millones de chileno, primero en blanco y negro y luego, a todo color. Sandro, dejaba de ser cine y era masivamente visto por televisión, luego de haber sido masivamente escuchado a través de la radio, los vinilos y casetes de la época.

A diferencia de otros interpretes y compositores de la balada romántica latinoamericana, Sandro siempre tuvo algo de rockero rocanrolero (esto como lugares sin fronteras). El escenario para él fue siempre parte de un despliegue extraordinario. A temprana edad fundó varios grupos de rocanrol allende Los Andes. Sin temor a incoherencias, sus baladas siempre vieron temblar su cuerpo, y hacer uso de un vibrato y poner ciertos "alaridos", toda vez que así el texto lo requiriere. Tal cual una primera guitarra de Page o Hendrix, tal cual un guagua de la guitarra de Los Angeles Negros, donde la balada se incorpora electrónicamente como "de conjunto" con un interprete de historias de amor mal fundadas.

Fue la ciudad y el progreso el que origina un género que tiene de antecedentes mucho de la canción latinoamericana melodramática, solo que con la balada romántica que inaugura Sandro, se alcanza una refinada melódica, que deja a este Gitano como un recuerdo del cual se abastecen las lágrimas de hombres y mujeres que hoy por sobre los límites etareos de los 50 y 60 años, lo han visto morir minuto a minuto, día a día, a través de la multimedia que lo expone ya no como un cantante ( y compositor) sino como aquello que a modo de flashback, adelanta un recuerdo sentimental de un paseo por "ese parque aquel" y una ida al cine a mirar la cartelera de un continuado, que ya no está.