Los otros somos
nosotros mismos
Puestos en una
escena que se repite en todos los noticieros, convertidos ahora en
bárbaros, quién sabe si mi vecino y el hijo de él, otrora
ciudadano normal, minutos después de ganarle Chile al campeón
mundial, fue convertido en todo aquello indeseado, social y
culturalmente.
Ochenta y ocho
chilenos desconocidos, que se trasladan a través del “espacio
público expandido” hacia el centro del fútbol global,
localizándose como entusiastas hinchas en Río de Janeiro, son
sorprendidos en pleno despliegue de su propia pasión y entusiasmo:
las imágenes los hacen ver como simples garras bravas, garreros y
bullangueros, ahora vestidos de rojo.
Ese posible vecino y
los otros, serán deportados en algunas horas más. Transformados en
parias, no pueden siquiera aspirar a ser Persona Non Grata. Su propio
centro local -ya no el centro del fútbol global- los espera para
marcarlos, y de seguro, no podrán hacer ingreso a un recinto
deportivo a presenciar futuros encuentros de su equipo, cada fin de
semana.
Es que vivimos en
esta “sociedad del riesgo” y ya no sabemos qué nos depara ese
publicitado futuro del que somos dueños, donde tanto entusiasmo te
puede jugar una mala pasada. Estos chilenos que viajaron a la justa
universal de gladiadores, parecen ser como los encapuchados de las
marchas de la protesta por la reforma de la educación, están
presentes a toda hora, en las escenas del drama periodístico de la
televisión nacional, apuntados por el orden de la sociedad del
ansia.
El ahora llamado
“deterioro del hincha” a los 88 los ha calzado; de un segundo a
otro, parece que ese casi centenar de chilenos (se ve que no hay una
chilena) muta de “barra turista” globalizada a “winner”,
flaite, pulento. La marca de la autoridad los ha suspendido. Ese acto
involuntario, en tiempos donde ya no hay más mora, los transforma en
esos “otros” y son “deportados” del mundial.
Mi posible vecino,
migrante transitorio del espacio global del fútbol, es sorprendido,
suspendido y caratulado como uno de los 88 delincuentes. Situado en
el lugar de la maldad intrínseca, exclusividad guardada para todo
aquel que se desvía, los otros ahora somos nosotros mismos, dice mi
vecino, de vuelta en su casa.
Leonel Yáñez Uribe
Periodista
Director Magíster
Comunicación y Políticas Públicas
Escuela Latinoamericana de
Estudios de Postgrado
U. ARCIS