Saturday, June 21, 2014

Los otros somos nosotros mismos

Los otros somos nosotros mismos

Puestos en una escena que se repite en todos los noticieros, convertidos ahora en bárbaros, quién sabe si mi vecino y el hijo de él, otrora ciudadano normal, minutos después de ganarle Chile al campeón mundial, fue convertido en todo aquello indeseado, social y culturalmente.

Ochenta y ocho chilenos desconocidos, que se trasladan a través del “espacio público expandido” hacia el centro del fútbol global, localizándose como entusiastas hinchas en Río de Janeiro, son sorprendidos en pleno despliegue de su propia pasión y entusiasmo: las imágenes los hacen ver como simples garras bravas, garreros y bullangueros, ahora vestidos de rojo.

Ese posible vecino y los otros, serán deportados en algunas horas más. Transformados en parias, no pueden siquiera aspirar a ser Persona Non Grata. Su propio centro local -ya no el centro del fútbol global- los espera para marcarlos, y de seguro, no podrán hacer ingreso a un recinto deportivo a presenciar futuros encuentros de su equipo, cada fin de semana.

Es que vivimos en esta “sociedad del riesgo” y ya no sabemos qué nos depara ese publicitado futuro del que somos dueños, donde tanto entusiasmo te puede jugar una mala pasada. Estos chilenos que viajaron a la justa universal de gladiadores, parecen ser como los encapuchados de las marchas de la protesta por la reforma de la educación, están presentes a toda hora, en las escenas del drama periodístico de la televisión nacional, apuntados por el orden de la sociedad del ansia.

El ahora llamado “deterioro del hincha” a los 88 los ha calzado; de un segundo a otro, parece que ese casi centenar de chilenos (se ve que no hay una chilena) muta de “barra turista” globalizada a “winner”, flaite, pulento. La marca de la autoridad los ha suspendido. Ese acto involuntario, en tiempos donde ya no hay más mora, los transforma en esos “otros” y son “deportados” del mundial.

Mi posible vecino, migrante transitorio del espacio global del fútbol, es sorprendido, suspendido y caratulado como uno de los 88 delincuentes. Situado en el lugar de la maldad intrínseca, exclusividad guardada para todo aquel que se desvía, los otros ahora somos nosotros mismos, dice mi vecino, de vuelta en su casa.

Leonel Yáñez Uribe
Periodista
Director Magíster Comunicación y Políticas Públicas
Escuela Latinoamericana de Estudios de Postgrado

U. ARCIS