EFEMÉRIDES: 78 AÑOS DEL ASESINATO DEL JEFE MILITAR BOLCHEVIQUE LEON TROTSKY
Su biógrafo, Isaac Deutscher, a momentos de concluir su extensa obra en torno al jefe militar bolchevique que junto a Lenin cambiaran una parte del mundo en octubre de 1917, interpreta que el líder de la Cuarta Internacional Comunista supone ya el asecho de la maldita parca, más cercana que nunca. Era febrero 27 de 1940, instalado en una casa del barrio de Coyoacán, luego de dejar la “Casa Azul” residencia de Frida Kahlo y Diego Rivera (su primer hospedaje), Lev Davidovich Bronstein (Trotsky) comienza a escribir su testamento, donde fija cuestiones legales en torno a los derechos de autoría de su obra, auto escrito donde asegura que Natalia Sedova y Leon Sedov (Liova) son herederos legítimos, este último, sin embargo, ya había sido asesinado.
En la mencionada biografía, Dav siente estar más precario de salud. Algunos días el ánimo no es el mejor, aunque intenta que su rutina no varié en cuanto a ciertos deberes cotidianos y de su propio trabajo, y escribe: “Mi alta (y cada vez más alta) presión sanguínea está engañando a quienes me rodean en cuanto a mi verdadero estado. Estoy activo y puedo trabajar. Pero el fin evidentemente está cerca”.
Su situación había cambiado lo suficiente, a más de 5 lustros del inicio del destierro de Trostky, primero con relegaciones al interior de la Unión Soviética, posteriormente la deportación a Turquía, su tránsito por Europa, hasta que Lázaro Cardenas, presidente del México Revolucionario, le ofrece asilo político y es recibido por sus amigos comunistas en la ciudad del mariachi.
Con los años post guerra civil, su vida y actuar político, había sido objeto de odio de Stalín empoderado. Diezmada sistemática la vida de sus seres más cercanos y queridos, se podía escribir ya una larga historia de luto: a la fecha del atentado, sólo contaba con su compañera, su camarada en el amor y la lucha, y su nieto Seba, hijo de Sergei. Dos años antes había sido asesinado en París (16 febrero, 1938), su hijo y lugar teniente Liova. Sergei, científico, quedaba recluido en un campo de concentración junto a miles de comunistas. Nina, en 1928, muere por enfermedad incurable y Zina, la mayor de la prole, se suicida en Berlín en el año 33.
Para el recordatorio importa destacar lo que Trotsky, algunos meses antes del asesinato, escribe como gesto de amor a Natalia:
“Además de la felicidad de ser un luchador por la causa del socialismo, el destino me dio la felicidad de ser su marido. Durante casi cuarenta años de nuestra vida común ella ha sido una fuente inagotable de amor, magnanimidad y ternura. Ha tenido grandes sufrimientos… pero yo encuentro algún consuelo en el hecho que también ha conocido días de felicidad”.
Así también, Trotsky está testimoniando su razón de ser, sus fundamentos como ser humano: “Durante cuarenta y tres años de mi vida consciente he sido un revolucionario y durante cuarenta y dos años he luchado bajo las banderas del marxismo. Si hubiera de comenzar otra vez, trataría… de evitar tal o cual error, pero el curso general de mi vida permanecería inalterado. Moriré siendo un revolucionario proletario, un marxista, un materialista dialéctico y, por consiguiente, un ateo irreconciliable. Mi fe en el futuro comunista de la humanidad no es menos ardientes, sino más firme hoy, de lo que era en mis días de mi juventud”.
Hace ya 78 años del asesinato de Trotsky. Como se sabe, sobrevivió un primer atentado en mayo del 40, asalto fallido perpetrado por militantes del Partido Comunista Mexicano, entre otros participantes David Alfaro Siqueiro. Para agosto, su asesino (Ramón Mercader) de manera sigilosa ya había logrado la confianza de la familia.
Cómo ha quedado escrito y filmado para el cine, con un piolet, el español devenido en belga, agente sicario, ataca por la espalda a Lev Davidovich Bronstein (Trotsky). Poco antes de recibirlo a la mañana de ese 21 de agosto, había dado de comer a sus conejos junto a Seba su nieto, revisado algunos documentos por publicar y conversado acerca del porvenir con su compañera. Sin embargo, la sentencia estaba dictada y la fuerza del revolucionario, diezmada: muere ese día por la tarde, en un hospital del DF.